Me voy a ir con los patos, adonde no haya tratados ni manuales. Me voy a ir con los patos, adonde haya un libro de horas y una sola palabra para mí: pasear. Me voy a ir con los patos porque soy una madonna, y odio a las mujeres por haber renunciado a despertar al hombre a su madame. Me voy con los patos, porque los bosques natales entienden mi desenfreno. Me voy con los patos, junto a un descolorido tapiz de cuatro ríos. Me voy con los patos, porque soy una cazadora, y odio a los hombres por haber renunciado a despertar a la mujer a su Selva sin hogar. Me voy con los patos porque soy invisible, aún con mi estandarte izado sobre la casita rural. Me voy con los patos porque leí al poeta que escribió El campanear de los pinos. Vayamos con los patos bien lejos del lirismo de los patos, de esta resaca de mi corazón escondido. Pero igual hachazos. Hachazos y más lejos todavía, de todos estos juglares marchitos que prefieren declararse farsantes antes que entrever su gracia.
Lu de Ademar, Auvergne, hacia el 1000 dc.