1. Y primero, otra manera de oración que comienza casi siempre primero, y por haberla dicho en otras partes, diré poco. Un recogimiento que también me parece sobrenatural, porque no es estar en oscuro ni cerrar los ojos, ni consiste en cosa exterior, puesto que, sin quererlo, se hace esto de cerrar los ojos y desear soledad; y sin artificio, parece que se va labrando el edificio para la oración que queda dicha; porque estos sentidos y cosas exteriores parece que van perdiendo de su derecho porque el alma vaya cobrando el suyo.
2. Dicen que «el alma se entra dentro de sí» y otras veces que «sube sobre sí». Hagamos cuenta que estos sentidos y potencias (que ya he dicho que son la gente de este castillo), que se han ido fuera y andan con gente enemiga del bien de este castillo, días y años; y que ya se han ido acercando a él y andan alrededor. Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, quiérelos tornar a él y, con un silbo tan suave, que aun casi ellos mismos no le entienden, hace que conozcan su voz y tornen a su morada. Y tiene tanta fuerza este silbo que desamparan las cosas exteriores y métense en el castillo.
3. (…) Y no penséis que es por el entendimiento adquirido procurando pensar dentro de sí a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en sí. Lo que digo es en diferente manera, y que algunas veces, antes que se comience a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por dónde ni cómo oyó el silbo. Que no fue por los oídos, que no se oye nada, mas siéntese notablemente un encogimiento suave a lo interior, como verá quien pasa por ello. Paréceme que he leído que como un erizo o tortuga, cuando se retiran hacia sí, y debíalo de entender bien quien lo escribió. Mas éstos se entran cuando quieren; pero acá no está en nuestro querer.
Fragmentos extraídos de Las Moradas o Castillo Interior, Santa Teresa de Ávila.
2. Dicen que «el alma se entra dentro de sí» y otras veces que «sube sobre sí». Hagamos cuenta que estos sentidos y potencias (que ya he dicho que son la gente de este castillo), que se han ido fuera y andan con gente enemiga del bien de este castillo, días y años; y que ya se han ido acercando a él y andan alrededor. Visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, quiérelos tornar a él y, con un silbo tan suave, que aun casi ellos mismos no le entienden, hace que conozcan su voz y tornen a su morada. Y tiene tanta fuerza este silbo que desamparan las cosas exteriores y métense en el castillo.
3. (…) Y no penséis que es por el entendimiento adquirido procurando pensar dentro de sí a Dios, ni por la imaginación, imaginándole en sí. Lo que digo es en diferente manera, y que algunas veces, antes que se comience a pensar en Dios, ya esta gente está en el castillo, que no sé por dónde ni cómo oyó el silbo. Que no fue por los oídos, que no se oye nada, mas siéntese notablemente un encogimiento suave a lo interior, como verá quien pasa por ello. Paréceme que he leído que como un erizo o tortuga, cuando se retiran hacia sí, y debíalo de entender bien quien lo escribió. Mas éstos se entran cuando quieren; pero acá no está en nuestro querer.
Fragmentos extraídos de Las Moradas o Castillo Interior, Santa Teresa de Ávila.